MI PRIMERA EXPERIENCIA "SWINGER"
- Monte de Venus
- 14 jun 2019
- 5 Min. de lectura
Nada creía más peligroso para una pareja que el swinging y, por esa razón, en el trabajo me invitaron como periodista a dos hoteles de Cancún con todo incluido. Cabe mencionar que, en estos hoteles, la ropa es opcional, como ellos mismos se describen: el “Desire Pearl” y el “Desire Riviera Maya”. Acepté este trabajo porque eran como unas vacaciones gratis, pero por dentro moría de nervios al imaginar lo que encontraría ahí: sexo grupal, orgías y, sobre todo, a mi esposo ahí, viendo todo. Le comenté sobre la idea y como siempre me apoyó. Unas semanas más tarde llegamos a Cancún; empezamos por el “Desire Pearl”. Nos dieron la bienvenida con champán y las normas del hotel que incluían respetar su política de “no es no”, no hacer fotografías a otros huéspedes y no practicar sexo en público, o mejor dicho, en zonas concretas como el jacuzzi o la sala de juegos. Lo que queríamos era refrescarnos, así que fuimos a la alberca y por un cóctel. Aunque me sentía fuera de lugar, me quité enseguida la parte de arriba del bikini y mi marido se quitó el bóxer como si no hubiera otra opción. Me sentía un poco insegura, pero al ver todos esos tipos de cuerpo en el lugar, sin tapujos; se terminó mi inseguridad. Realmente estábamos sorprendidos, mi marido y yo nos mirábamos pensando: ¡Están todos desnudos!, aunque la verdad no era la gran orgía que me esperaba. Decidí ambientarme y tomar todo con calma, así que empecé a socializar. De las incontables parejas con las que hablé en esos cuatro días, solo conocí a dos que no tenían hijos. “¿Sus hijos saben dónde están?”, pregunté a una pareja de Ohio; “Por supuesto”, respondió el marido, “De hecho, nuestra hija de 16 años fue la que escogió la lencería y los disfraces de su madre para las noches temáticas”. No sé si mi cara de sorpresa los sorprendió más a ellos y continuaron diciendo: “En casa todo el mundo sabe dónde estamos. Se lo contamos a nuestros compañeros, amigos y familia, a todo el mundo”. Después hizo un comentario que me paralizó, pero me encantó: “Nosotros creemos que, si tienen un problema con nuestro estilo de vida, no los queremos en nuestras vidas. Simplifica las cosas”. Cuando el hombre nos dijo que no eran swingers, me costó aún más entender por qué habían ido allí. “Lo vemos como porno en directo”, aclaró. “Y aún nadie cumple las expectativas de mi mujer tras nueve viajes”. Envidié tanto esa mente abierta para ver las cosas que quise animarme a probar. A pesar de que mi idea de que los swingers eran gente aburrida de sus parejas, ahí nadie parecía aburrido ni tenía pinta de no seguir enamorado. Las mujeres parecían ser más agresivas que los hombres. La mayoría de los cumplidos que recibí me los hicieron mujeres y muchas de las veces que me invitaron a unirme a algo, fueron ellas.
Se hizo de noche mientras estuvimos en el jacuzzi y entonces, presencié la primera orgía pública. Volteé a ver a mi marido sorprendida, pero parecía estar ocupado mirando a dos parejas intercambiándose y gimiendo, sin encontrar forma alguna en ellos.
De pronto, mientras una de ellas recibía sexo oral, volteó a vernos y con solo un movimiento de dedo, nos invitó a unirnos. Miré a mi marido y él me estaba mirando, esperando a que yo tomara la decisión de irme corriendo o de unirme. Ahí fue cuando experimenté la característica clave del Desire: yo decidía por los dos, bien me lo habían dicho, las mujeres son las que deciden.
Lo hice, decidí unirnos aún con los celos en la cabeza. Empecé a juguetear con dos mujeres mientras los hombres y mi marido miraban, ellos solo tocaban a sus respectivas parejas. Cuando quedamos satisfechas, fuimos al bar como si fuéramos viejas amigas, cada una riéndonos y coqueteando con nuestras parejas, pasando de swingers a cariñosas esposas.
Los siguientes días, como si esa noche hubiéramos desbloqueado algo entre nosotros, mi marido y yo jugamos a ¿hasta dónde llegaríamos? Reservamos un sensual masaje para parejas en el spa en el que su masajista, una mujer; y el mío, un hombre, casi nos hacen llegar al orgasmo con las manos. Después juntaron nuestras camillas y nos dejaron terminar. Seguimos con las parejas del jacuzzi para hacer más juegos, lo que acabó por ir a la habitación de alguien donde vi a mi marido tocar a otras mujeres mientras otros hombres me tocaban.
Durante todo ese rato, mientras llegábamos cada vez más lejos, mi esposo y yo íbamos comprobando que todo iba bien, y las demás parejas hacían lo mismo. “Manos y bocas está bien, ¿verdad?”, preguntó un marido. “Si metes el pene en otra vagina, te mataré”, respondió una mujer. “¿Vas bien?”, nos preguntábamos nosotros por turnos. “¿Te parece bien?”, la respuesta siempre era sí. No había lugar para rabia, resentimiento y miedo.
Definitivamente pensé que los celos, el control y la posesividad no eran las mejores vías de conservar mi matrimonio. No rompimos todas las barreras. El mejor sexo que he experimentado en este viaje ha sido con mi esposo.
Al día siguiente, cuando cambiamos al Desire Riviera Maya, que estaba aún más lleno, conocimos a un bombero y a su mujer en el bar y congeniamos enseguida. Nos dijeron que habíamos estado haciendo un “intercambio suave”, lo que parecía ser el siguiente nivel a “convencional”. A diferencia de un “intercambio completo”, las parejas que hacen intercambios suaves practican de todo menos sexo con penetración. Tanto mi marido como yo, afirmamos que estábamos bien así, que no queríamos ir más allá. Eso me gustaba.
No perdimos tiempo y después de cambiar de posición un par de veces, el bombero dijo: ¿Les gustaría probar un intercambio completo? volteo a ver a mi marido antes de responder, pero no me dice nada y la decisión de nuevo es mía. “¡Hagámoslo! ¿Tienen condones?”. Ambos negaron con la cabeza.
Comenzamos a buscar en la habitación, incluso en el minibar como último y extraño recurso, y es que estando en un lugar como ese, creímos lógico que habría más condones que mini botellas de shampoo, pero no encontramos ninguno.
Después de tanto, el pulso y humor nos cambió. Comenzamos a platicar y la situación se enfrió sin quedarnos ganas de hablar con ellos. Sinceramente me alegré de que no hubiera condones en la habitación, cuando abandonaron la habitación, mi marido y yo pudimos hacer lo nuestro.
No me arrepiento de nada de lo que hice en ese viaje y mucho menos de lo que no hice. Esa es otra excitante razón por la que me alegro de no haber hecho un intercambio completo: nos queda algo nuevo que explorar la próxima vez y por lo mucho que hemos platicado de ello desde que volvimos a casa, creo que si la habrá.
SEXpréSALE
Andrea Paris Serrano Gracia

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