UN DÍA EN LA VIDA DE UNA PROSTITUTA
- Monte de Venus
- 30 jun 2019
- 4 Min. de lectura
Esta tarde estuve con dos clientes. No había visto a ninguno de esos hombres en mi vida. En los primeros meses me hubiera puesto muy nerviosa al no saber con quién iba a encontrarme al abrir la puerta, pero eso ya pasó, ahora me emociona conocer caras nuevas, es lo que me encanta de mi trabajo. Cuando eres puta te vuelves una experta en averiguar cómo son las personas solo hablando por teléfono. Cómo se expresan y lo que dicen te da una imagen bastante clara de quién está del otro lado y qué está buscando.
Mi primer cliente se llamará “D”. Después de unos minutos hablando con D, sé que tiene poca o sinceramente ninguna experiencia con prostitutas, se siente solo y cuando llegue estará demasiado nervioso. Me cuenta que vio mi anuncio hace varios meses y le costó muchísimo trabajo decidirse a llamarme. "No soy el típico putero", me dijo. En ese momento, mi mente empieza a volar y me pregunto quién sí lo es. Yo misma me respondo y sé que los puteros son nuestros primos, padres, abuelos, hermanos, amigos, compañeros de clase o de trabajo, exparejas y parejas actuales, cualquiera de ellos. Todos ellos. A la una de la tarde en punto, D me llama para avisarme que está frente a mi departamento. Sinceramente estoy relajada y muy excitada. He adoptado la costumbre de masturbarme unos minutos antes de cada cita. Todas las hormonas que sueltan los orgasmos hacen maravillas y después de venirme la primera vez, mi cuerpo queda con ganas de más. Al escuchar su voz estaba casi segura de que sería un chico joven. Pero no, como mínimo, D me dobla la edad.
Efectivamente estaba nervioso, me miraba con una sonrisa tímida y esperaba a que guiara la situación. Es tan fácil hacerlo cuando un completo desconocido se muestra vulnerable y confía en ti a este nivel. Después de saludarnos pasamos a mi habitación.
Mientras se quitaba la chamarra me pagó lo acordado y nos sentamos en la cama. Comenzamos a platicar y al mismo tiempo, lo empecé a acariciar, es muy delicado y suave, pero no podía mirarlo mucho, pues le costaba trabajo hacer contacto visual. Al tiempo de tocarlo lo llené de besos, me divierte mucho provocar. Le pedí que pasara a la regadera y poco después, volvió a mi habitación sólo con una toalla en la cintura. De regreso a la cama, me desnuda y pasamos la mayor parte del tiempo tocándonos; los hombres que pasan los 40 años prefieren el sexo más tranquilo y la penetración no es lo que más desean, es sólo una parte del juego. Me gusta la facilidad con la que se entregan y disfrutan conmigo. Cuando un cliente y una puta cogen, no hay tonterías, vamos al grano. Cuando está adentro de mí se puede ver cómo se olvida de todo, se desinhibe completamente. A veces me gustaría poder grabar sus expresiones justo cuando se vienen y compararlas con otras parejas sexuales que han tenido en su vida. ¿Se dejarán llevar igual? ¿por qué buscarán mi servicio? Es muy extraño y tal vez frío, pero todo esto pasa por mi mente mientras estoy montada sobre él. El resto del tiempo que queda, prácticamente no hablamos, apenas sabemos algo el uno del otro y no nos hace ninguna falta saber más. D tenía una sonrisa de satisfacción inmensa y yo, la piel tan sensible que se puso de gallina en cuanto me pasó los dedos por encima. De pronto sonó la alarma de mi celular avisando que había terminado mi primera cita. D tomó un baño y cuando regresó, me dio las gracias con una sonrisa tierna; se despidió y en cuanto cerré la puerta, cada uno volvió a su vida. En cuatro horas tengo la cita con J, quien no pasa de los 30 años y llega con una actitud más segura y despreocupada. No busca relaciones serias ni le gusta perder el tiempo ligando. A mí tampoco. Ventaja número 300 de ser puta: vida sexual activa, variada y a domicilio; la número 301 es que, encima de gustarme, me pagan. Pasamos la bienvenida de rutina, conversación, entrega de dinero y baño; J no pierde el tiempo y comienza a manejarme a su antojo. Es muy curioso que, incluso, cuando el cliente es más dominante, el control lo sigo teniendo yo. Podemos jugar a que él tiene el poder, pero en realidad estamos haciendo lo que yo quiero. Camina hacia mí empujándome con su cuerpo contra la pared. Me pongo de espaldas y pone mis manos donde a él le interesa que estén. Los hombres que saben lo que quieren me ponen especialmente cachonda. Sudamos mucho y nos miramos todo el rato a los ojos. Quien crea que a los hombres no les importa el placer de la puta, sabe poco sobre coger. J termina y durante los próximos diez minutos comenzamos a decir estupideces y a reírnos uno del otro.
Tiene mucho sentido del humor y pocas cosas me prenden más que alguien que sabe reírse de sí mismo. No tarda en querer cogerme otra vez. Más de lo mismo. Como en cada cita, suena mi alarma dando el fin de esta. Nos besamos un rato en la puerta mientras nos despedimos y me dice que nos volveremos a ver. Quito las sábanas de la cama, recojo los condones del suelo, me baño y ceno mirando el último capítulo de Games of Thrones. Los datos que doy sobre mis clientes poco tienen que ver con su físico. Me da exactamente igual el alto y ancho de sus cuerpos, firmeza de la piel, cantidad de pelo o tamaño del pene. La conexión entre dos personas la determina su carácter y la atracción sexual, al menos a mí, me funciona así. Mañana veré de nuevo a P, será la cuarta vez que nos veamos. En este punto siento que se ha creado una confianza con la que puede contarme cualquier cosa. Sé todo sobre su familia, su trabajo y sus ambiciones en la vida. A veces me resulta difícil intimar así con tantas personas, cuando esto me pasa, dejo de trabajar hasta que echo de menos coger y enciendo de nuevo el teléfono. Ahí va la ventaja número 302.
Voces de Venus
Andrea Paris Serrano Gracia

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